Silvia Cadena

 

 

 

Nací en la provincia de Corrientes, a orillas del río Paraná. A la edad de 8 años me trasladé con mi familia a vivir a Buenos Aires. Muy pronto comprendí que si no dejaba de arrastrar las “rr” en mi modo tan natural de hablar y no erradicaba la tonadita correntina, no dejaría de recibir burlas y de sentirme diferente. Así es cómo aprendí a hablar aporteñado. Pero no perdí el gusto por el chipá, ni dejé de comer, cuando conseguía en Buenos Aires, mamón o papaya (como le dicen, también). Pero debo reconocer que todavía me disgusta el sabor de la mandioca, aunque no por eso dejo de probarla.

Si bien mis primeros pasos en el arte fueron a través de la danza, en la Escuela Nacional de Danzas, cuando comencé a cantar en coros, además de cantar dormida, descubrí un nuevo camino en la Música. Estudié en el Conservatorio de Música de Morón “Alberto Ginastera”, de la Provincia de Buenos Aires y me dediqué a la Educación Musical de niñes. Si bien el eje de mis clases se desarrolló siempre dentro del quehacer musical, los diferentes lenguajes artísticos se convirtieron en una fuente inagotable de inspiración. A la luz de una visión integral e intercultural, pasando por los saberes tradicionales y los de las culturas originarias, cargué mi guitarra en los hombros y todos los instrumentos que podía en mi mochila, y me subí al colectivo, al tren del ferrocarril Sarmiento, o a la bicicleta, para ir a trabajar. Durante muchos años recorrí, sin descanso, las escuelas públicas del Conurbano Bonaerense, sobre todo de los distritos de La Matanza, Tres de Febrero, Merlo y Moreno.

Como cantante, participé en increíbles Agrupaciones Corales Polifónicas y, como instrumentista, en diversos Ensambles y Orquestas Sinfónicas.

Mi pasión por el arte me acercó a la Licenciatura de Artes en la Universidad de Buenos Aires y la pulsión creativa me sorprendió expresándome también en el campo de las Artes Plásticas y de la Escritura, fundamentalmente de Literatura Infanto-Juvenil.

La narración, otra de mis aficiones, espero me lleve pronto a compartir con les niñes mis Kamishibai (Teatro de papel), con las historias de “Doña Gaviota” y “La linterna mágica”, que se encuentran en proceso de ilustración y para las cuales estoy componiendo su música original.

Hoy vuelvo la mirada hacia atrás en busca de mis raíces y, al hacerlo, me acerco cada vez más a las culturas de los Pueblos Originarios. Y mientras aprendo la lengua guaraní muy entusiasmada, escribo sobre el héroe guaraní Andrés Guacurarí y Artigas. Quién me diría que, entre el jopara (se pronuncia “yopará”) y la sopa paraguaya, volvería al litoral, a los irupés, a los dorados, a los atardeceres sobre el río Paraná, y tal vez, a arrastrar las “rr”, inevitablemente.